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Relato Soñado



Frente a mi casa hay un muro. Está agujereado con ventanas y sobresalen terrazas, aunque algunas de éstas las amortajaron con metal, como mausoleos de nuevos ricos. En ese muro dicen que vive gente. Desde mi ventana tengo la impresión de que puedo tocar los ladrillos del muro. Se ven viejos, con mucho cemento entremedias, como se se llevaran mal entre ellos y necesitasen su espacio. Son ladrillos rugosos y están afilados como lijas. Lo sé porque algunas de las cicatrices que conservo son por su culpa. Si pudiera asomarme desde el muro y mirar hacia mi dirección vería algo muy parecido, sino igual: otro muro amortajado que parece más una hilera de nichos que un edificio. La calle conserva una aterradora simetría, como el poema de Blake, pero sin revoluciones, ni tigres, ni nada de nada.

Ese muro lleva ahí toda mi vida. Sé que me sobrevivirá.

La distancia entre ambos muros no es insalvable. Da la impresión de que con la suficiente carrerilla y una altura concreta podrías caer en la terraza de la casa de en frente. No exagero, son principios de la Física. Un ruso que vivía en el cuarto piso  trató de hacerlo desde la ventana de su habitación. Falló y se dejó la vida en el asfalto que como un río seco separa ambas partes. El ruso allí en el suelo parecía un escarabajo. Dejó un charco de sangre que tardó en desaparecer tres años. A sus compañeros de piso se los llevó la policía. Pensé que tal vez su intención no fue escapar del muro y alcanzar el nuestro; solo le tiraron por la ventana. Nunca había visto a una persona a la que hubieran asesinado; no lo he vuelto a ver. Vivir aquí es como estar en La Ventana Indiscreta, solo que esto es una mierda.

Lo primero que vi fue el muro. No existe un recuerdo anterior.

Cuando era niño, el alumbrado estaba situado a una altura por debajo de mi terraza. Por la noche ésta quedaba a oscuras. Podía ver cómo los mosquitos iban a morir a la luz. Cuando los ayuntamientos decidieron cambiar sus luces por otras más potentes (anaranjadas), subieron un piso todas las farolas. Descansan en las paredes, alumbran cada nicho donde nos hacen pensar que vivimos. Ahora la luz inunda la terraza. En el sitio donde más vigilado te debes encontrar siempre tiene que ser la cárcel.

Alrededor de la calle había siete bares, ahora solo quedan cinco.

En verano se escuchan los camiones de la basura hacer su trabajo. Uno de mis vecinos que había quedado loco por la heroína se escondía desnudo en los contenedores. Nunca le pasó nada por hacer eso. Murió sólo en su casa mientras veía la tele. Un ataque de algo. Mi madre ayudó a amortajarle. Sigo sin entender por qué, a parte de por su tendencia a lo morboso. Eran ocho hermanos. La familia se ganaba la vida con el menudeo y la chatarra. Solo ha sobrevivido uno; recoge chatarra junto a un chico más joven. Él está enorme, parece como si se hubiera tragado a sí mismo y hubiera pedido repetir; el chico tiene aspecto de querer recoger el testigo de su mentor. El me recuerda a Bubbles de The Wire, pero a este le conozco y sé que va a morir como el resto de su familia.

Por el tubo que los dos muros forman pasan murciélagos pequeños que solo salen en las noches de verano.

Julio y agosto son los peores meses para vivir aquí, y eso es mucho decir. El calor es insoportable. Odio el calor. Cuando era joven pensaba que el peor mes era septiembre. Cada vez que a mediados de agosto escuchaba la canción de la vuelta al cole del Corte Inglés me daban ganas de morirme. Odiaba el colegio. Ahora quiero ganarme la vida con la Academia, resulta irónico. Bueno, en realidad quiero ganarme la vida escribiendo, pero creo que estoy incapacitado para ambas cosas. En cualquier caso, odiaba el colegio y conforme se acercaba el 20 de septiembre deseaba que pasase cualquier cosa con tal de no volver. Sacaba buenas notas porque los profesores eran bastante considerados con los que no trataban de sacarles los ojos, o si no le plantaban una navaja o si les dejabas dar clase. No aprendí mucho. Flúor, Cloro, Bromo y Yodo; fallas tectónicas; la Ilustración; mi preferido, lenguaje de programación Logo. Hicimos un molino con Logo. El Logo era una mierda, no nos engañemos, pero el colegio consiguió unos Amstrad con Flopy de 3”. También trajeron a un escritor después de que nos leyéramos un libro suyo. Trataba sobre un pastorcillo que abandonaba el pueblo con su oveja para ir a la ciudad, no recuerdo el motivo. El caso es que las pasaba muy putas, su oveja moría, y al final se le comía un león. Suena divertido pero era bastante siniestro. No tenía moraleja: no era un rollo debes respetar a tus mayores o mejor el pueblo que la ciudad, ni siquiera que ser más inteligente te puede sacar de apuros. Nada de eso. Al niño se le comía un león, fin de la historia. Los libros nos los prestó el colegio, y después invitaron al escritor. Como era pequeño pensé que los escritores venían en helicóptero y que aterrizaría en mitad del patio (donde, dicho sea, no cabía ni un coche). Llegó en transporte público. Espero que le pagaran un café o algo así. Dijo que estaba escribiendo un libro sobre una olimpiada de pulgas. No sé como alguien puede escribir sobre un pueblerino al que se le come un león y después contar una historia sobre pulgas. Desconozco si lo terminó. El libro que leímos se llamaba El Cabrierillo, por cierto. Algunos escritores viajan en helicóptero pero solo algunos que trabajan para Prisa, Planeta o han escrito una trilogía de libros de mierda. Pero tampoco mucho.Creo que Elvira Lindo no viaja en helicóptero.

Desde la terraza no se ve ni una sola estrella, y la Luna solo muy de vez en cuando. De noche podría pensarse que fuera no hay nada. De hecho, creo que no hay nada más.

Hubo un tiempo que me gustaban las noches de verano. Cuando me quedaba hasta las tantas oyendo tonterías en la radio y se estaba fresquito. Hacía eso de tratar de quedarme despierto toda la noche, pero a las cuatro y media solía entrarme hambre y me quedaba dormido.  Luego soñaba con que me iría de aquí algún día. Supongo que uno de mis dos yoes me ha traicionado, el que sueña o el que sueña despierto –no sé cuál es Mí ahora, pero sé que uno de los dos me engañó. Nunca pensé que mi vida fuera a ser así. Había imaginado algo un poco mejor. Tampoco mucho más. Una vez vi como un insecto gigantesco caía sobre la repisa de la ventana donde dormía mi hermana. El bicho se deslizó dentro de la habitación. Creí que debía ir allí y decírselo pero tenía por constumbre gritarme y hacer cosas por el estilo cuando alguien le molesta –yo lo he heredado. Así que me quedé mirando al bicho meterse en casa y volví a mis cosas, tratar de encontrar el cielo por alguna parte. A la mierda.

Odio este sitio y odio el verano porque no me deja razonar.

Llevo un rato pensando en algo bueno de verdad que haya pasado aquí, entre muros. Soy incapaz. Me ha venido a la mente la imagen del Alcalde que habitó esta ciudad durante demasiados años. Recuerdo que en la escuela nos llevó a verle al Ayuntamiento. Era una especie de tradición: los niños de colegio iban a ver al Alcalde don Pedro Castro, nos contaba una milonga y se hacía una foto que luego publicaban en la revista institucional de propaganda del pueblo. Ahora sigue habiendo unas cuantas: cambian los políticos pero no las formas; como hay dinero inyectado por ambas partes las hay ahora de los dos colores. En cualquier caso, recuerdo que nos prometió unas mejoras para el barrio. Casi todos los niños de mi clase vivíamos alrededor del colegio salvo excepciones; los asuntos del barrio nos concernían. El Alcalde nos trató de convencer de lo que iba a hacer con un solar que estaba al final de una de las salidas de los muros. Fue extraño y vergonzante porque nos trató como si fuésemos votantes o como si tratara de que fuésemos la voz que convenciese a nuestras familias de lo bueno que era. Recuerdo perfectamente que nos dijo que en el solar construiría dos campos de futbol sala y tres pistas de tenis. Yo era niño pero no imbécil, y sabía que no cabrían, pero no hubo mucha gente que me creyese. Luego levantó un centro para jubilados y un parque de piedra que debemos llamar plaza. Cuando pienso en una representación mental de la traición socialista me vienen los campos de fútbol y las pistas de tenis.

Ahora me voy a despertar. El muro sigue ahí para que no se me olvide dónde está mi lugar.


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