Emoción y sentimiento
Con motivo de un encuentro que tuvimos allá donde trabajo, y por cuestiones que ahora sería inecesarios explicar, acabé por reproducir los siguientes vídeos.
Por si alguien no lo sabe, el primer vídeo corresponde a la película Cabaret, el otro es el final de Paths of glory. Aunque cuando puse estos vídeos mi intención no era hablar sobre las emociones, si que había hecho alguna referencia lo largo de mi intervención.
Por si alguien no lo sabe, el primer vídeo corresponde a la película Cabaret, el otro es el final de Paths of glory. Aunque cuando puse estos vídeos mi intención no era hablar sobre las emociones, si que había hecho alguna referencia lo largo de mi intervención.
Hablé muy por encima sobre que algunas emociones se disparan (o son disparadas, habrá que verlo) mediante pensamiento contrafactual, como es el caso del resentimiento. Por ejemplo, si uno no piensa que pudo haberse dado de otra manera con dificultad puede surgir el resentimiento.
Pues bien, después de la comunicación me comenta David Konstan que en estas imágenes no puede hablarse de emoción [emotion] si no, más bien, de sentimiento [feeling]. Tiene toda la razón. Sí, si pensamos el sentimiento como algo con cierta inmediatez causa de alguna interacción con el mundo y la emoción como algo que se sustenta en nuestra identidad narrativa que requiere un aprendizaje social. En el sentimiento siempre hay algo de natural (esencialismo y natural son palabras que abomino, sin embargo); respuestas de los mecanismos de nuestro cuerpo –dolor, miedo, placer, ira. La emoción requiere de algo más que un cuerpo capaz de reaccionar a los impulsos externos: la estructura cultural ayuda a identificar, crear y dar forma a esto que llamamos emoción; así, el amor, la venganza, el resentimiento, etc. son emociones que no pueden darse sin, por ejemplo, un lenguaje con el que aprehenderlos. La expresión de la emoción y la forma en la que las gestionamos son propias de cada cultura –pese a que en un mundo de imagen globalizada las diferencias al respecto pueden estar siendo abolidas.
En cualquier caso, el video de Cabaret y el de Paths of Glory son puro sentimiento. El contagio (lo viral que se dice ahora) no entiende de emoción, de búsqueda racional o de explicación de qué se siente: simplemente se siente. Y les pasa a los personajes y nos pasa a nosotros como espectadores. En el caso de Cabaret se vuelve terrible, pues la belleza de la canción del joven nazi nos catapulta a un estado de júbilo en el que si no prestamos atención a los símbolos y al significado de la canción, acabaremos tarde o temprano invadiendo Polonia, como decía el bueno de Woody Allen. La secuencia de Paths of Glory es terrible. Difícilmente puedo (¿podemos?) contener las lágrimas. Me encanta cómo a los soldados machotes, muchos de ellos ancianos, que solo quieren un momento de diversión que se sustenta en la humillación de una alemana (recordemos que es el enemigo), se les resquebraja el armazón que habían formado a su alrededor durante la guerra. Allí no hay ya una violación figurada del botín del rival, sino un contagio del dolor producida por la voz de la joven alemana.
Me queda la duda, no resuelta, de si esa reacción del espectador es producto de los mismos sentimientos que se dan supuestamente en los personajes de estas secuencias o de eso que hemos venido a llamar emociones estéticas. Digo no resuelta pues aquello de emoción estética nunca ha acabado de convencerme: ¿Debemos dar por hecho que en el ser humano se alojaba en lo profundo –en alguna oscura caverna de nuestra psique –la emoción estética esperando que existieran los objetos que nos las producirían? No lo sé, pero no acabo de compartirlo. Prefiero pensar que en estas imágenes nos dejamos llevar, nos hacen creer en que allá estamos, y no nos contagiamos de una emoción reflexiva que fija en el conjunto estético y olvida el contenido de la escena. Es posible que si estas secuencias son tan potentes es porque dejamos de estar pendientes sobre cómo están hechas para, simplemente, dejarnos hacer-creer por ellas.
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