Las pesadillas del hombre recto
De
un tiempo a esta parte, los malosos le acaban cantando las cuarenta al Capitán América.
Recuerdo que antes, cuando estaba eso de la Guerra Fría, cuando un maloso
soltaba un discurso tenía como fin reafirmar al héroe. Se le dejaba hablar solo
para que el espectador se diera cuenta de qué mundo le tocaría esperar si aquel
Boris de turno conquistaba el mundo. Los discursos siempre rondaban la misma
idea: « ¡Ah de ustedes capitalistas! ¡Betty Boo, el árbol de Navidad! Lo tienen
todo, pero su sociedad está corrupta. Dejan morir de hambre a sus gentes. Son
avariciosos. Arrogantes. No más Coca-cola, ¿entiende?» A lo que el héroe venía
a responderle: «Sí, Boris. No somos perfectos, pero al menos somos libres para
decidir qué queremos ser.» Y con esto nuff’
said que se dice ahora.
Pero
ahora los malosos dicen cosas que se asemejan a verdades como puños. Cuando el
Capitán América vuelve a casa, creedme, no regresa reafirmado en sus ideas. El
escudo que protege al Capitán se resquebraja. Se recuerda a sí mismo que él es
una persona fuera de tiempo. Cuando él era joven, recordemos, era el campeón de
la libertad contra Adolf Hitler. Ese sí era un mundo inteligible para el Capi.
Ahora las cosas no están tan claras, señor Rogers.
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