Dark Souls 3 - El sublime encanto del camino del dolor
"Ya he perdido la cuenta de las veces que me ha matado el último
jefe de Dark Souls 3. Calculo que más
de veinte y menos de cuarenta, pero no estoy seguro. Tal vez hayan sido más de
cincuenta. Lo he intentado todo. He construido a un personaje que está en nivel
cien y se centra en fuerza, resistencia y vitalidad. Es decir, la manera fácil
de jugar a los Souls. Aún así, con todo a mi favor, el tipo me ha trinchado,
apaleado, quemado, encantado, cortado, y otras cosas inenarrables dignas
herederas de la tortura medieval. Muerto, muerto, muerto. Cambio los objetos
que tengo equipado. Me hago fuerte contra fuego y corte. Cambio el escudo.
Cambio el arma de un triste garrote +10 al cuchillo de carnicero: las dos armas
escalan bien con fuerza. Voy a la niebla: ahora sí, soy el rey del mundo. Tres
minutos después vuelvo a la hoguera, me ha vuelto a matar. Rodar, atacar,
cubrirse, retroceder y vuelta a rodar. Un fallo, un triste fallo y el tipo
acaba conmigo. En fin, que dejo el mando y me digo que estoy perdiendo el
tiempo y que esto no merece la pena. Mientras pienso esto me doy cuenta de que
sostengo simultáneamente el pensamiento “una más y me voy”. Cinco intentos más
y me voy; diez y me voy; voy."
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