Rambo, cristologías ( IV )
Rambo deambula por EEUU buscando a sus antiguos camaradas. Todos han muerto. El último de una enfermedad terminal, lo peor que pudiera ocurrirle a un guerrero. Este hecho, nunca verbalizado, es el detonante que provoca en Rambo aquella resistencia violenta que mostrará durante todo el film. A ello contribuye, claro, la presencia del sheriff local (Brian Dennehy) un tanto fascista e incompetente, así como la actitud poco profesional de sus ayudantes. Estos policías son una especie de malos soldados que reciben el respeto que los soldados de verdad no obtienen.
Mientras los excombatientes del ‘Nam son escupidos cuando regresan, estos policías medio fascistas, inútiles y cobardes, como representantes del gobierno de EEUU, se les alaba y trata con respeto. Esto saca de quicio a Rambo. Dispuesto a evangelizar Hope, Rambo expulsa a los mercaderes del templo-comisaria. Encerrado en el edificio de los representantes de la ley debe confesarse ante el coronel Trautman.
Y es que su reino no es de esta parte del mundo. En Rambo II, mucho más tranquilo, mientras remontan un río rumbo a su misión -cual Marlowe testosterónico -vuelve a sincerarse.
Y es que...
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