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Aterradora simetria



Smashing Pumpkins fue uno de esos grupos de referencia en mi adolescencia. Gish, Siamese Dream o Mellon Collie son unos discos, a mi juicio, impresionantes dentro del panorama Pop-Rock mainstream. Siempre les tendré un cariño especial. Todos los que conozcan al grupo sabrá que ha sufrido muchas pérdidas a lo largo de los años. Se va el batería, vuelve, se va D'arcy, vuelve, se va James Iha, vuelve, se van todos y ya no vuelven. El caso es que siempre queda Billy Corgan, el vivo ejemplo de cómo la pronta fama infla el ego hasta límites insospechados. En la filosofía pasa mucho, parece que en la música también. La diferencia entre ambas disciplinas es que el músico, como el poeta, suele dar el cante en su juventud. Pocos grupos se mantienen más allá de los 20 años de existencia, y extraño es el grupo que despunte (a no ser que sea a golpe de marketing) si sus integrantes superan la treintena. Smashing Pumpkins sigue sacando discos, o habría que decir Billi Corgan saca discos. Aunque en algunos haya algún golpe de lucidez, a cada cual peor. En literatura, los buenos escritores convierten sus estilemas en motivos de vida. En la música parece necesaria o bien una estabilidad constante o una reinvención absoluta en cada disco. Aquí lo único que encontramos es el bastante cuestionable talento del único integrante del grupo original.
Lo desquiciante de ambas fotos es la aterradora simetría entre los mundos del 1994 y 2013. A parte de Corgan (siempre en primer plano) el resto se ha desvanecido en un peligroso sfumato facial photoshopeado que, de algún modo, enmascara que no son ni la chica rubia, ni el bateria gamberrete, ni el genial asiático, pese a que traten de aparentar que aquí no ha pasado nada. ¿No sería la intención del señor de marketing hacernos pensar que son los mismos verdad? La masa no es tan idiota, sabe distinguir dos personas distintas.
¿Verdad?
¡¿Verdad?!





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