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A hostias














Mientras Karras se deleita con una orgía de hostias para sacarle el demonio a la niña (pues las obleas fueron de poca ayuda en tan sagrado exorcismo), olvida algo fundamental: le está pegando una somanta de palos a una menor de edad, por mucho demonio que posea a la cría. 
Karras, aunque es un jesuita molón que boxea, fuma y bebe en la Universidad de Georgetown -de hecho suele vestir muy casual -sumido en una auténtica crisis de fe, pierde las formas cuando el demonio insinúa que su madre está en el infierno ejerciendo tareas poco apropiadas. Karras tiene un Edipo tremendo, eso queda claro en la película; además, siente una culpabilidad -inmerecida -por la muerte de su madre. La sola mención a ella hace que salte como una bestia sobre La Bestia. "Tomame a mí, bitch". 
Resulta sorprendente que después de un exorcismo más largo que la gala de los Goya, los dos párrocos sean incapaces de sacarle el demonio a la pobre cría. De hecho Max von Sydow, fallece desbordado por la incontrolable fuerza de los poderes oscuros luciferinos.Y se les ve que están a punto de llegar a cumplir su objetivo, pero fracasan. Karras, que, recordemos, golpea sacos y seres humanos como hobby, piensa "bien, a tomar por el culo", y le pega a la niña unas hostias que pa' qué. Logra sacarle el demonio y que se meta en él. Desde luego, Karras no es el mejor ejemplo de Padre ni de papá, a lo mejor es poco oportuno traer esto el día del padre. Sea como sea, Karras se ve obligado a tirarse por la ventana para acabar todo el proceso de exorcismo. Todos mueren. Pero la niña vive y, aquí sí que está el milagro: intacta. Sin mácula se abraza a su madre: aliviadas perciben que el mal se fue para no volver. No nos engañemos, se fue a hostias.
Esto nos enseña algo que resulta cuanto menos controvertido: a veces es mejor dejarse de sermones y soltar un buen par de hostias. En el caso de los niños, mejor que nos saltemos este axioma. A mí me han dado hostias (no muchas, eso sí, pero innecesarias e improcedentes) y no te hace mejor persona y tampoco es que aprendas algo que merezca la pena. Sin embargo, en la vida adulta hemos llegado a la conclusión de que es mejor solucionar los problemas mediante el diálogo. Bueno, nada que objetar, si no esto sería la ley de la jungla.
Sin embargo, cuando el diálogo se cierra, cuando es imposible razonar con aquellos que te dan la patada a la calle, cuando te han quitado el dinero por venderte preferentes, cuando te ves que vas a pasar hambre por culpa de algún/a mamón/a, cuando has sido profusamente traicionado, te dan ganas de pegar una buena patada en los cojones. Y, si eres una persona coherente y valiente, aceptar las consecuencias.
El caso de Karras es extremo: cuando le pegas una paliza a una niña, mejor que se te meta un demonio dentro porque lo que acabas de hacer carece de nombre (y de perdón). En circunstancias parecidas donde exista una clara asimetría, debemos juzgar el asunto por un rasero moral que proteja siempre al indefenso: otra vez, mejor que se te meta un demonio dentro si eres un madero pegando una paliza a un preferentista, porque no tienes perdón de Dios. 
Sin embargo, entre iguales… Bueno, tampoco es que vaya a hacer apología de la violencia, pero qué ganas te dan de darle una buena patada en los güevos a más de uno. 
Dado que me considero una persona civilizada (aunque Nietzsche tendría una opinión diferente al respecto relacionada con mi cobardía y falta de voluntad) decido sublimar mi pulsión destructivamediante el acto de la escritura -a la Freud. 
Mejor que no se me acaben las palabras. 

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