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Mediocridad












Todo estaba bien hasta que aparecieron los genios en el vocabulario.
Siempre hay gente que destaca, eso no lo duda nadie: esto puede atender a múltiples motivos, pero casi siempre se debe a que esa persona invierte una considerable cantidad de esfuerzo en lograr destacar. No nos engañemos, no se nace genio, eso es una estupidez que solo sirve para justificar ideas preconcebidas sobre cómo funciona el universo, que mucho tiene que ver con el determinismo. Si destacas es porque te esfuerzas, si se da un salto en un área es porque esa persona trabajó duro para ello
Podrá notarse que mi concepto de destacar expulsa al arribista, al que pretende destacar por todos los medios, o que estés situado en la cabeza de algo porque alguien así lo quiso; sí, son sinónimos de destacar, pero no es donde quiero llevar. También se destaca por abajo. La inhabilidad o la precariedad moral en marcos comunes de entendimiento también te hacen destacar: los cabrones redomados reciben mucha atención y se les recuerda más que los que meten poco ruido. Pero tampoco estamos en ese lugar ni esa discusión.
Decía que llegó el genio, aquel que impone una nueva visión del mundo, o se impone al mundo con su visión, según. Es un término propio del arte, pero que fácilmente se puede llevar a otros lugares del conocimiento. En el azar de la existencia te podía tocar ser un genio y, por tanto, destacar, o bien ser uno más del montón. Esto es, ser mediocre.
Después del genio apareció el deporte como institución entre señoritos. No digo que se inventara el deporte o la competición, esto es más viejo que el descomer, sino que surge una escala de valores jerárquicos desde el deporte. Competir y ganar era la perfecta analogía del genio. Deslumbrar al resto con habilidades mejores que las de los demás era objetivo pues existía una clasificación que te coloca el primero con respecto al montón que va detrás. 
Medvec, Madey y Gilovich, estudiaron el efecto que se producía en los segundos y terceros clasificados en los juegos olímpicos de Barcelona 92. Resultaba chocante que el sentimiento de culpa se daba en mayor medida en los medallistas de plata que en los de bronce. Los de plata se sentían siempre mal porque contemplaban la posibilidad de un mundo en el que pudo haber ido mejor y, por tanto, ser los mejores. En cuanto a los de bronce el pensamiento generalizado era que, bueno, podría haber ido peor y acabar enterrado entre el montón. Lo increíble del asunto –lo muy humano del asunto –es que el medallista de plata en los Juegos Olímpicos es, en términos de competición, el segundo mejor del mundo. En deportes en los que ser mejor o peor se mida en centésimas de segundo, resulta, cuanto menos, extraño sentirse mal por haber quedado segundo. Medvec, Madey y Gilovich no indagan en exceso en por qué esto sucede, pero sucede, y está relacionado con el pensamiento contrafactual. Sin embargo, ¿por qué sentirse mal?
Volvemos la mediocre. Allí estamos casi todos. Estar en la mediocridad no significa que el trabajo de uno sea malo –eso es destacar, como dije. Sino que, de alguna manera tu trabajo queda fuera de primera línea. Qué significa esto de estar en primera línea es difuso y posiblemente absurdo pero las imágenes que dejo de Inside Llewyn David pueden explicarlo: están los que cantan y montan el show y están los que apoyan al que destaca.
Llewyn Daniels es un buen músico, pero no destaca. No es Bob Dylan, no es Joan Baez, no es Kerouac. Toda su vida es un desastre. Además, es un tanto egoísta y pusilánime.  Su mayor defecto es que no quiere quedar en la sombra, quitarse “fuera del sol” (como le dice F. Murray Abraham, aunque sea en términos figurados). Tampoco podemos decir que sea un genio a descubrir, como sucedió con el documental que relanzó a Rodríguez (un compositor excelente, pero ¿tan excelente?). Para colmo, está en el peor momento de la historia de su folk: Dylan y la canción protesta está llamando a las puertas, la música de raíces tal y como él la entiende va a desaparecer de los escenarios durante un buen tiempo. Llewyn es lo que llamaríamos un perdedor. Yo prefiero pensar que es un mediocre.
Si el genio se apoya en el mediocre, la sociedad entera es mediocre. Si todos fuéramos genios, todos seríamos mediocres. Aquí hay algo que no funciona. Las categorías deben estar mal o ser un sinsentido. Las uso por conveniencia, porque bajo la lupa dejan de significar. Pero son categorías que se usan y se dan como perfectamente entendidas. Ser un mediocre es estar condenado a la frustración perpetua. ¿Quién condena? La autoridad que sanciona qué eres. Murray Abraham es el que le dice a Llewyn que allí no pinta nada, que “no ve mucho dinero”. Aquel que haya visto la película sabrá que Llewyn le regala una bellísima canción interpretada con una sensibilidad que pone los pelos de punta. Sin embargo, allí no hay mucho dinero, vuelve a tu lugar con el resto. O, mejor, por qué no apoyas a los que, de verdad, no son como tú, esto es, unos mediocres.
Resulta simpático un extraño cruce entre películas que se da en la secuencia con Murray Abraham. Este actor ya había interpretado al santo patrón de los mediocres. En Amadeus, Abraham encarna al maestro Salieri. La visión de la película es sesgada y sabemos que corresponde solo en cierta medida a la realidad: no importa, el biopic de Mozart no trata de ser fiel a la realidad, sino que es una oda a la mediocridad, según yo la leí. En el film de Milos Forman se presenta a un Salieri que ha entregado su vida a la música pero que se ve desbordado por la mala suerte de convivir con el genio de turno. Por el contrario, sabemos que el Salieri real fue el maestro de Beethoven, Schubert o Liszt, que ya me gustaría a mí como curriculum; una imagen bastante diferente de la que se nos ofrece. Pero, insisto, Milos Forman, que es un artesano, juega a otra liga diferente a la de la fiel reproducción de la realidad, tal vez más interesante. Viendo Amadeus te da la sensación de que si Mozart no hubiese existido, Salieri hubiera sido el gran compositor de su época. Mozart tiene la culpa de que su música quedaran enterradas en el olvido –como demuestra la primera secuencia con el párroco que va a confesarle. Salieri es empujado a la mediocridad por Mozart, pero, curiosamente, Mozart solo puede ser un genio porque Salieri existe. Y ahí es donde viene esta secuencia maravillosa que ilustra mis intuiciones: no solo avanzamos a hombros de gigantes.




Salieri, patrón de los mediocres, ya mayor y convertido en productor de música folk, le recuerda a Llewyn Davis que vuelva a su sitio: el frío, oscuro y olvidado desierto de la mediocridad.

En mi caso, ya sea porque hay quién me empuje a ello, sea porque allí es donde encontré mi sitio, me quedo entre los mediocres.

Continuaré este asunto en otro post, si se me ilumina el seso. Allí, sin duda y como ya hizo Rusty Cohle, decubriré el destino secreto de toda vida.


3 comentarios:

  1. Estupendo cruce de roles de F. Murray Abraham, siempre haciendo el mediocre. Se me viene a la mente un rol menor de el en Scarface donde hace de Omar Suarez, un gangster mediocre en cuanto ambición se refiere, aunque creo que la conexión que hiciste es mucho más clara. ¿Será algo en la expresión de su rostro que le lleva siempre ha ser un tanto pusilánime (o viceversa)?

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  2. Cierto. En Scarface no solo hace de gánster un tanto venido a menos, sino que (si no recuerdo mal) o bien es un agente de la DEA infiltrado al que el capo de la droga descubre, o bien creen que lo es. El resultado es el mismo en cualquier caso: le ahorcan arrojándolo de un helicóptero. Algo tiene este señor, sí. Destacaria su pequeño papel en The Last Action Hero donde el niño que se cuela en las películas hace saber a Schwarzenegger que Murray Abraham mató a Mozart y que no debe fiarse de él.

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  3. creo que si, el mafioso oligarca boliviano le reconocia como un soplon de la dea al parecr y como bien dices, igual acaba memorablemente colgado del helicoptero a manos de aquel terminator boliviano que hacia de guardespaldas del oligarca terrateniente....notable el recuerdo de last action hero, lo había olvidado por completo, que detalle!! una de las buenas pelis del terminator no boliviano

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