Fotos de Fantasmas
Alguna vez lo he comentado. Me encantaría hacer una exposición de
fotos de fantasmas falsas. Siempre que lo expreso se me quedan mirando con una
expresión entre no entender qué les digo, qué motivo podría haber para hacerla,
o, lo menos, cuál sería el valor artístico necesario para que se pudiera hacer
una exposición.
No sé si la respuesta es porque en realidad es una estupidez o
bien porque detectan (de forma subconsciente o no) que una foto de fantasmas
falsa es un oxímoron. No hay fotos de fantasmas. A lo que me refiero es que me
encantaría hacer fotos como esas de fantasmas de las que todos hemos visto
alguna vez (gracias a los esfuerzos constantes de los programas sobre lo
paranormal), casi todas de las primeras décadas del siglo XX.
El asunto que quería tratar es complejo y da para una entrada muy
larga. Así que por el momento trataré de ser breve y retomar el asunto en otra
ocasión si da para ello.
Aunque cuentos e historias sobre aparecidos existen desde la Roma
clásica (incluso antes) mi hipótesis es que la ontología sobre lo paranomal que
actualmente sostiene los pilares de la parapsicología se forjaron durante las
dos primeras décadas del veinte. Sobre todo después de 1919. Sobre los fantasma
en Roma y la Edad Media, una monografía de Claude Lecoteux llamada Fantasmas
y Aparecidos en la Edad Media resulta fundamental. Lecoteux no es precisamente un excelente
historiador y la monografía es un poco fofa (sobre todo si continúas con los
tres libros que dedicó al asunto, con brujas, hadas, hombres lobo, etc.) pero
describe muy bien cómo se pensaba la existencia de los aparecidos y la relación
que mantenían las personas con la posibilidad de un revenant. Por ejemplo, perdimos bellas tradiciones como cortarle la
cabeza al finado y ponérsela a los pies de modo de que si volvían a la vida no
pudieran encontrarla. También me encantaba la idea de hacer un agujero en la
pared, sacar el ataúd por ahí y luego tapiarlo para evitar que encontrase la
entrada. Por supuesto, mejor enterrarlo en una encrucijada. La cosa era que no
volviera. Además, en todos estos ejemplos, el aparecido vuelve en cuerpo y
alma. En nuestra ontología lo que queda es una impregnación, una causa
paranormal, un vapor que ronda a los vivos. Un lugar entre medias donde la
comunicación entre mundos es aún posible. Solo se necesita abrir la puerta de
la comunicación.
Dos elementos se entrecruzan, especulo, para que figuras como las
del médium aparezca. Un nuevo mundo en el que el tiempo ha sustituido al
espacio y la Primera Guerra Mundial. Me refiero con el médium moderno a esa
figura –generalmnte mujer –que canaliza al espíritu que vaga por la casa. El
médium existe desde hace siglos, ya sabemos lo que Sócrates pensaba de los
poetas: los muñecos ventrílocuos de los dioses. Incluso, en cierta medida,
cualquier augur lo era. Pero estos médiums modernos son consecuencia de la
revolución industrial y del shock de post-guerra.
Una de las cosas que nos trajo la revolución industrial fue el
control del electromagnetismo. Esto, entre otras cosas nos permitió las
comunicaciones a larga distancia. Tras el telégrafo surgió el teléfono, la
radio y la televisión mucho después. La distancias podían acortarse de forma
dramática y aquello que no estaba en presencia podía hacerse presente a la
velocidad del sonido. Waiting for the
gift of sound and visión.
Por otro lado, las distancias se acortaron con el ferrocarril, el coche, la
bicicleta y después el avión. Pero el invento que formó al médium es la
fotografía. Por primera vez podíamos tener representaciones causadas por la
realidad sin que los estados mentales intervengan en el resultado final –como
sucede con la pintura. Por primera vez podíamos conservar las imágenes de los
muertos.
La segunda cuestión fue la Guerra Mundial. Hace cien años los
cañones de agosto dieron inicio al primer gran conflicto bélico que afectaría
en mayor o menos medida a todo el planeta. Aunque han existido carnicerías
mayores, la Guerra supuso el primer gran shock europeo. Tanto que llegaron a
decir que esa sería la última guerra. Duró poco, la siguiente fue peor. Lo
terrible de este picadero de carne que fue la línea Sigfrido y Maginot fue cuánto
se alargó el conflicto. Cuánta gente se dejo la vida entre el barro por escasos
metros de tierra que se acababan por perder al día siguiente. Cuando llegaban
las cartas a casa la familia enloquecía: podía suceder que todos sus hijos
hubiera perecido en el mismo día en el mismo ataque. Verdún o el Somme fueron
lugares son nombres de la infamia de aquello que podemos llegar a hacer el ser
humano. El shock de los padres se confabuló con el electromagnetismo y aquellos
que podía asegurar el contacto con los seres queridos. Al menos los padres iban
a poder tener la posibilidad de despedirse. ¡Vamos! ¿quién no hubiera caído en
ello?
También fue la época del fotomontaje. La película (mediocre y
sublime) Fotografiando hadas
narraba el trabajo de un fotógrafo que se dedicaba a trucar fotos para los
familiares que habían perdido un ser querido en la guerra. Les deba un recuerdo
para llenar el vacío. Otros como Arthur Conan Doyle llenaron el vacío con el
espiritismo. Cada uno combatió el grief
a su modo. Y en una sociedad capitalista, si hay oferta, aparece la demanda;
pero si no hay demanda, se crea. Y comenzó la ontología de los fantasmas.
Pascal Boyer en su Religion
Explained proponía que los estatutos ontológicos de las religiones distaban
mucho de lo irracional o lo risible. Al contrario. El suelo donde crece la
religión es tan estable como cualquier proceso cognitivo que deba ser
confiable. La ontología de las religiones debe ser tan fiable como la
percepción, si existen espejismos solo son casos particulares que hacen
tambalear la fé, pero, mientras no se demuestre lo contrario, puedes fiarte de
lo que ves, oyes o sientes. En este caso, la ontología de una religión exige
cierto protocolos que son, en principio racionales, o mejor, tienen apariencia
de racional. Por ejemplo, un dios siempre es un ser que es superior a nuestras
habilidades naturales: el mejor alfarero, el mejor constructor, más sabios, más
fuertes, etc. Por eso tiene sentido, en apariencia, decir que Dios es
omnisciente, pero supone algo extraño asumir que es omnisciente solo en
viernes. Tampoco hay ontologías sobre propiedades inservibles. Adorar a un dios
que puede cambiarse el bazo de lugar y solo eso, bueno, no suele cuajar.
Con la parapsicología se trató de lograr lo mismo, una ontología
fuerte que pudiera servir siempre y en cualquier circunstancia. Lo más parecido
a una ciencia sin las contrapartidas de una ciencia. Por eso aparecen reglas
tan estrictas para las sesiones espiritistas, que se convierten en un auténtico
ritual: las manos en círculo en una mesa de tres patas; el médium agitándose;
un poco de fluido ectoplásmico corriendo libre por las orejas de alguien, etc. ¿Podemos
detectar si hay fantasmas? Sí, hace frío y hay “energías” que hace que aparatos
misteriosos los detecten. Y si la ciencia puede acceder al mundo de los
espíritus mediante artefactos modernos (nada de muñecos voodoo o rollos de
esos), las cámaras podían captarlos.
Lo más llamativo es que en el mundo en el que vivimos de internet es
muy complicado encontrar fotos de fantasmas vintage. En realidad, se repiten
una y otra vez las mismas. Las que están en este post son las más habituales.
Las actuales carecen de ese encanto: por lo general se tiende a señalar con
círculos rojos la presencia del aparecido, como si el espectador fuera incapaz
de encontrarlo por su cuenta. Todo demasiado trucado, demasiado poco ajustado a
todo lo que se creó a principios de siglo. El video mató (de nuevo) a las
estrellas aparecidas.
Sigo queriendo sacar adelante esa exposición. Recuperar el sabor
de ese tiempo perdido, del shock y del vacío que solo podía llenarse con otra
realidad. Con esa última despedida que alivia el alma del vivo.
Cuando iba al instituto nos ponían como ejemplo de problema moral
San Manuel Bueno Martir de Unamuno. Ese Balverde de Lucerna en donde el cura
había perdido la fé pero que tiraba para delante para que el pueblo no se viniese
abajo. Se comportaba como Blasillo el Bobo, el tonto del pueblo, pero con la
mala fe de alguien que miente, sea esta una buena causa o no. Creo que siempre
nos lo enseñaron mal. Los médiums eran desalmados que de forma no intencional
traía paz a aquellos que timaban. No creo que sea equivalente: el pobre cura
luchaba por tener fe, pero seguía adelante solo porque pensaba que era lo
mejor. Creo que la diferencia entre unos y otros está en que mientras Europa se
desangraba nosotros nos forrábamos fabricando la ropa de los soldados de ambos
bandos. Eso alivia la fe.
Los ángeles caídos de plomo y hierro de Alberti, el shock y la
muerte nos llegó mucho tiempo después. Allá por el 36. Dado el nacional
catolicismo, ni siquiera tuvimos la oportunidad despedirnos de los muertos a
través de falsos médiums. Ni ese consuelo permitieron.
Ahora tenemos a los fantasmas pululando por los Palacios de
Linares, Moncloas y Parlamentos. Ni siquiera se plantean el exorcismo.
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