Happy Valley
Esta es de las entradas laboriosas que nunca quedan a mi gusto. Al menos me sirven como notas para futuras labores. Siempre quejándote, Alberto, ay ay...
Le estaba dando vueltas a si una representación de televisión
puede servir como modelo de la realidad. Un modelo, básicamente, una
abstracción sobre la realidad que, en algunos casos, permite explicar una
porción de esta realidad y, en otros, predecir qué puede suceder si se producen
ciertas condiciones. Pero esto es lo que denominamos, habitualmente, modelo científico. Un modelo, también, es aquello a lo que refieren una representación o
un conjunto de representaciones operando simultáneamente. Por ejemplo,
el mapa estratégico de un campo de batalla que uso para dirigirla es un modelo
del campo de batalla. Un modelo, en cualquiera de los casos, no es la realidad,
sino que simplifica y acota un aspecto de la misma, incluso aunque los modelos
cubran un amplio territorio, como sería un modelo que exprese cómo actúan los
objetos macroscópicos ante la gravedad.
Sirva esta mala introducción a un tema bastante complejo para
proponer la idea de cómo la ficción ha utilizado la analogía del pueblo como
modelo de la realidad en las narraciones sobre crímenes y otras clases de
villanías. Como modelo del modelo hablaré de una serie que, si bien tampoco es
de lo mejor que he visto, son seis horas bastante tensas y bien contadas, con
muchos aciertos formales que la hacen destacar del resto en su género. Me refiero a Happy Valley.
Happy Valley es un drama policiaco situado en un pueblo del norte de
Inglaterra cerca de Halifax. Esto es, más allá de Manchester, en lo que se
conoce como el condado de Yorkshire. Es esta una mini-serie británica de la
BBC, rescatada para EE.UU por Netflix. Puede que esté equivocado, pero creo que
en ningún momento se conoce el nombre de este pueblo situado en un valle
profundo entre colinas verdes y húmedas. La serie recuerda bastante en su trama
inicial a Fargo por varios motivos.
Existe un secuestro planeado a una inocente que se organiza entre un pusilánime
empleado de una empresa que se siente minusvalorado y necesita dinero; unos
delincuentes poco lúcidos y torpes pero no por ello menos peligrosos y
terroríficos; grandes fiascos; terreno inhóspito. Sin embargo, a diferencia de Fargo, aquí la gente que vive en el
pueblo del valle no son, precisamente, gente que ajena a la delincuencia,
el hambre y la pauperización del entorno urbano. Esto es lo que me lleva a
pensar en que Happy Valley es un
trasunto, un modelo, de las grandes urbes Inglesas –posiblemente Manchester -y, por analogía, de cualquier ambiente urbano. Es
improbable que en un pueblo tan pequeño unos guardias urbanos tengan tanto
trabajo. Si lo es, es que el mundo está verdaderamente acabado.
Lo que añade más leña a esa simetría con Fargo es el personaje protagonista, la sargento de policía que
dirige la comisaría de este pueblo, Catherine Cawood (Sarah Lancashire). Pero creo que Happy Valley es algo más que un clon de Fargo que la hace interesante más allá de las comparaciones
inevitables, aunque en su piloto parezca que es exactamente eso, un clon de Fargo. Antes de seguir, dejo este
enlace y este
otro por si se desea profundizar en las similitudes y diferencias con la
película de los Coen. Así que no insistiré más en el tema.
La serie tiene ciertos elementos destacables en lo formal, también
tiene algunos giros de guión tramposos que se tapan cuidadosamente con las
sobresalientes interpretaciones. Muy del cine inglés, por otra parte. Entre las interpretaciones destaca Sarah Lancanshire como la
sargento de policía de este pueblo sin nombre. Me remito a los enlaces de
arriba también para los comentarios sobre la protagonista y del hecho de que sea
policía, mujer y su comportamiento. Tampoco quiero hacer un estudio de género, y a mí siempre me ha parecido bastante obvio que una mujer puede interpretar roles como este y ser perfectamente creíbles. Pero es un caso a parte, ya digo.
Happy Valley responde, como dicen en el New
Yorker, al truismo del género sobre crímenes en el que “los pueblecitos son
todo menos tranquilos”. Desde Se ha
escrito un crimen, pasando por Twin
Peaks, Broadchurch y así
podríamos seguir durante un buen rato, el lugar común del crimen se trasladó al
campo, a la pequeña comunidad donde “nunca pasa nada”. Parece como si en una
gran ciudad un asesinato más o menos poco importase, mientras que trasladar
esto al campo convierte en cómplices a toda la comunidad que se ve afectada de
una forma u otra bajo la premisa de que “todo el mundo se conoce”. Suele pasar
que la investigación vaya sacando los trapos sucios del pueblecico y todo
aquello que parecía un sepulcro blanqueado ocultaba una oscura realidad que va
más allá del propio crimen. También podemos pensar que no existe lugar en paz,
que siempre va a rondar el peligro y la muerte. Creo que, además de esto, el pueblo sirve como
modelo del conjunto de la sociedad: usamos un cajón de arena para jugar con los
arquetipos tradicionales, los roles cotidianos, de tal forma que podamos
explicar cómo funcionan a gran escala.
Happy Valley es una serie de policías. La diferencia entre los policías y los
detectives privados es que los primeros suelen tener que rendir cuentas a una
familia, mientras que el lugar del detective privado es la condición del ronin.
Ya sea la lealtad al cuerpo, que funciona como familia, o la familia sanguínea,
el policía siempre siente el peso del hogar en sus acciones. El detective lucha
por buscarse a sí mismo en el proceso de desanudar la trama. El policía trata
de restablecer el orden a través de la Ley, y en este proceso la familia
funciona como motor o lastre, ayuda o refugio. El detective es, primero, un fuera de la Ley, aunque trate de reconducirse a través de ella. Sea como fuere, el policía necesita
a la familia, mientras que el detective hace demasiado que la perdió. Un policía sin familia es Teniente Corrupto. Para
Catherine la familia está íntimamente imbricada en la narración:
Su hija fue violada por un tipo bastante despreciable, Tommy Lee
Royce (James Norton), que al comienzo de la narración acaba de salir del presidio. Tommy era como una especie de noviete y compañero de chutona de su
hija. La violación produjo el embarazo de la hija de Catherine, que decidió
continuar con el proceso. Pero tras traerlo al mundo, no pudo soportar más todo
aquella presión y se suicidó. Catherine, que tiene mitificada la
ausencia de su hija, se hace cargo del niño a costa de su matrimonio. Su pareja
da a entender que tiene esa errónea concepción de que los pecados de los padres
se pasan a los hijos. Para colmo, el niño da signos de ser un tanto asocial y
problemático. En el momento en el que la serie comienza, ella y su hermana
viven juntas en la casa de Catherine. Su hermana sigue un estricto programa de
desintoxicación. La droga estuvo a punto de llevársela. Un drama de cuidado, pero sin pathos. Aquí las cosas se llevan como en la vida real, con resignación y dolor, pero sin arrancarse la ropa en público (para eso ya están las discusiones en la cocina).
Aunque el leitmotiv de
la serie es el secuestro de una chica y su búsqueda (pese a que esto arranque
tarde, como sucede en Fargo, donde las piezas comienzan a encajar tarde), me
interesa destacar algo que ya he ido señalando en los párrafos anteriores: lo
interesante de Happy Valley es el
trasfondo político-social. ¿Cómo es
posible que un pueblo perdido de la mano de Dios esté destrozado hasta el
tuétano por culpa de la droga? Aunque la serie se guarda cierto as de moralina
en la manga al respecto –su ataque a la marihuana tiene más de reaccionario que
de auténtico –existen numerosas conversaciones entre Catherine y su hermana, también entre policías, sobre que la imposibilidad de acabar con los problemas de la
droga está en la pasividad de las autoridades. Es ahí cuando en una inspección
rutinaria a un político local Catherine descubre una bolsa para consumo propio de
cocaína. Para Catherine detener al político es más una cuestión personal que de
labor pública. Es un deber moral, un deber desde la incomprensión. Como Casandra, sabe que el futuro de la detención es vacuo, pero se debe a su obligación con la Ley. Tanto es así que lo sabe que pocas secuencias después del arresto nos encontramos con estas palabras:
Así sucede. El caso acaba enterrado porque las pruebas se pierden
en la cadena de custodia. Además, el jefe de la policía de Halifax obliga a
Catherine a que se ocupe de otros asuntos y deje en paz al político. Es decir, por si no había quedado lo suficientemente claro: lo de que haya élites de intocables no es cosa solo de tú país (da igual desde donde mires). El sistema de privilegios no se abolió, tal vez se redujo. En Happy Valley encontramos que la respuesta al problema de la droga, como tantos otros, está en la voluntad política; los polis, más que nos pese, están como barrenderos, solo para limpiar los restos del botellón de Magaluf. Su trabajo tiene que ser epidérmico pues si atraviesan la carne de ahí no van a sacar sangre. No les dejan ser cirujanos. Tal vez, no deban, también es cierto.
Pero, si algo me resultó realmente inquietante fue la presencia del político. Solo sale en unos diez minutos en una serie de seis horas. De hecho es la única autoridad de alta institución que da la cara en toda la serie. Sabemos que esto también responde al tópico de ciudades frontera-sin ley. Pero en este caso no es solo eso. En los western es la ausencia de ley la que trata de suplirse con otros medios: faltan instituciones (el propio Estado, por ejemplo) y todo está tan aislado que lo normal es que las ciudades las dirijan delincuentes. Resulta perturbadora porque en esta serie se les reclama su presencia todo el rato como flotador ante el desamparo y cuando uno asoma la cabeza es para dar largas, amenazar a la policía y cuestionar su trabajo: nada que no nos suene. Pero aún más inquietante me resultó, por motivos más cercanos su aspecto físico. Al verlo sentí que ese era el aspecto de un político. Que había visto así cientos de miles y que se asemejaba a una mezcla entre Tomas Gómez e Ignacio Gonzalez.
Y claro, como soy poco leído siempre me viene esto de:
"Tiger, Tiger, Burning bright
in the forest of the night
What immortal hand or eye
could frame thy fearful symmetry?"
Esa aterradora simetría. Ese miedo profundo obsceno y terrible es el que me recorre pensando en que Happy Valley, como tantas otras representaciones, no son solo un reflejo de la realidad, sino que son un modelo. Porque, si no, ¿quién pudo dibujar esta aterradora simetría?
Post a Comment