Una nota al pie sobre "El infierno es la ausencia de Dios"
Releí el relato “El infierno es la ausencia de Dios” y descubrí
una cantidad de matices que había olvidado por completo. Para bien, al menos,
mi lectura expresada en la entrada anterior sigue siendo válida en cierta
medida. Por este motivo he decidido escribir este postscriptum en lugar de una
edición de la otra entrada. Además así añado unos comentarios del propio Chiang
sobre el relato que considero bastante interesantes. Ese, y no otro, es el fin
de esta entrada.
Un detalle que dejé de mencionar y que convendría señalar antes de
introducir las palabras de Chiang. Mencioné que cuando se presentaban los
ángeles era casi como un terrorista suicida, había explosiones, llamas
estruendos apocalípticos, etc. pero ellos, por lo general, no se presentan a
predicar sino a mostrar el poder y la magnificencia de Dios. Como un Dios del
antiguo testamento, su carácter parece obedecer más al capricho que a una
lógica, por lo tanto, cuando se presenta un ángel se dan curaciones milagrosas
y otro tipo de bendiciones pero también ocurren maldiciones. Por ejemplo,
alguien contrae un cáncer. El problema que tiene la gente con esto es que no
saben cómo interpretar el asunto.
Rápidamente, un personaje secundario nació con aletas de pez en
lugar de piernas, esto, entendieron sus padres, fue una maldición que se
produjo tras una aparición angélica. Esta niña con aletas dedicó su existencia
a dar charlas de autoayuda en grupos de terapia animando al resto a que se
sobrepusieran a sus problemas pues Dios está ahí para todos. Nos prueba porque
nos quiere. Encuentra sentido a su invalidez a través de una fe inquebrantable.
Pero un día es testigo de una aparición angélica y sus piernas se curan. Claro,
ella piensa inmediatamente que se su cura se debe a todo el esfuerzo que ha
echado en divulgar la palabra de Dios y en sus fuertes creencias. Pero ahora,
cada vez que va a dar una charla, se cuestiona más que nunca por qué le han
curado y con qué cara se enfrenta a todos los que están con algún tipo de
condición parecida a la suya. Si les dice que Dios les curará si son fuertes en
su fe, no les estaría diciendo la verdad, pues supone que no hay reglas en las
intervenciones divinas. Pero, ¿y si no se curan? ¿Querrá decir esto que no se
han esforzado lo suficiente? Así que, siguiendo este razonamiento, estaría
responsabilizando a los sufrientes de su padecer. Bien, como podrá el lector
apreciar, el texto de Chiang es mucho más complejo de lo que pude o supe
presentar.
Estas son las palabras del escritor sobre su relato:
“Durante mucho tiempo intené pensar en una historia en la que los
ángeles fueran personajes (…) solo cuando comencé a pensar en los ángeles en
tanto que fenómenos de poder aterrador fui capaz de seguir adelante con el
cuento (…) Pensar en desastres naturales me llevó a pensar en el problema del
sufrimiento de los inocentes. Desde la perspectiva religiosa se ha ofrecido una
enorme gama de consejos a aquéllos que sufren, y parece evidente que no hay una
única respuesta que pueda satisfacer a todo el mundo; lo que consuela a una
persona inevitablemente le parece a otra escandaloso Piensen en el Libro de
Job, por ejemplo.
Para mí, una de las cosas menos satisfactorias del Libro de Job es
que, al final, Dios compensa a Job. Dejen de lado la cuestión de si los nuevos
hijos pueden compensar la pérdida de los anteriores. ¿Por qué Dios le devuelve
algo a Job? ¿Por qué ese final feliz? Uno de los mensajes básicos de ese libro
es que la virtud no siempre es recompensada; que a las buenas personas les
suceden malas cosas. Job finalmente acepta esto, probando su virtud, y por
consiguiente es recompensado. ¿No les parece que esto debilita el mensaje?
Me parece que al Libro de Job le faltó el valor de sus
convicciones: si el autor estuviera realmente comprometido con la idea de que
la virtud no siempre recibe recompensa, ¿no creen que el libro debería haber
terminado con un Job absolutamente desposeído de todo?”
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