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Where the Water Tastes Like Wine



"Cuéntame una historia triste, necesito sentir simpatía por alguien.

Un niño está cabizbajo junto a un perro enorme. Menea los pies sobre un cercado de madera. El sol está ocultándose. “¿Qué hay chico?”, pregunta el vagabundo. “¿A qué ese gesto?”
“Nos vamos al oeste. Papá dice que no podemos quedarnos con él”. El gigantesco perro está durmiendo sobre el suelo polvoriento como si la cosa no fuese con él. “Papá dice que no podemos alimentarlo. Ya no. Papá dice que no tenemos ni siquiera para nosotros”.
El vagabundo sopesa la situación. “Hum. Yo no tengo mucho pero podría hacerme cargo del animal”. El niño sonríe, salta de la cerca  y corre hacia su casa llamando a papá. El vagabundo le acompaña el viaje con la mirada. Al poco tiempo el padre asoma en el porche de la destartalada casa. Hace visera con las manos y menea la mano en señal de saludo. Su rostro se muestra agradecido por el detalle del vagabundo.

Un débil sonido de uñas rascando la madera y una hojas que se agitan rompe el momento. El perro ya no está."


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