Tres Rosas Amarillas (y III) apostilla
La primera parte aquí, las segunda aquí.
Esta es solo una pequeña apostilla sobre el relato. Algo que me
perturbó hace casi ocho años y que fue la semilla que acabó por germinar en
esta idea de relato que, curiosamente, nunca escribí pero que a su vez acabo de
hacerlo. En fin, yo tampoco lo entiendo.
Mientras trabajaba en un asunto relacionado con la
representaciones pictóricas sobre la anunciación leí algo sobre lo que no había
caído en cuenta. Dejo una imagen pero casi todas las anunciaciones son poco más
o menos iguales.
Si se fijan, en la mayoría de los casos, la Virgen está leyendo un
librito en el momento que el ángel se le aparece para decirla que se va a
quedar embarazada del mismísimo Dios y tendrá al Salvador como hijo. Existen
numerosas discusiones sobre lo que está leyendo. Por lo general se dice que es
simple libro de las horas, muy normal durante Edad Media y Renacimiento. Pero
otras explicaciones más interesantes apuntan a que lo que lee es un libro en el
que se cuenta todo lo que va a sucederle a ella. Es decir, es como si la Virgen
tuviese encuadernado los cuatro Evangelios: Tiene en sus manos su pasado,
presente y futuro. Sabe que en ese mismo instante se quedará embarazada, de su
viaje, de su marido, y sobre todo, del sufrimiento que le caerá encima a su
hijo, incluso sobre su propia muerte. Es la fatalidad griega en su máxima
expresión. Aquí no se puede discutir sobre libre albedrio o algo por el estilo,
es la palabra de Dios y es lo que va a suceder. No hay forma de decir que no.
Nadie dice no a Dios. Solo Nietzsche, pero en esta historia sobre los Sagrado, no
se cuestionan esos problemas que le asaltaban al filósofo alemán.
Lo que me perturbó fue esa idea tan extraña de estar leyendo sobre
uno mismo simultáneamente a que a uno le estuvieses sucediendo las cosas que se
están describiendo. Es mucho más enajenante que cuando el Quijote lee sobre sí
mismo. Lo del Quijano puede entenderse como alguien que ve cómo ha sido
narrado, cómo se ha convertido en un personaje de ficción y necesita hacerse
cargo de su agencia y perfilar su identidad fuera de las manos de Cervantes.
Pero ¿en el de la Virgen? Está leyendo sobre cómo va a ser parte de un plan que
ya está definido. Que será un receptáculo. Ni siquiera se le explica que en el
futuro, debido a fuertes contingencias y luchas simbólicas, su imagen será
tomada como referencia por el catolicismo papal y que, además, se la
representará en el momento de la enunciación en el momento en el que lee sobre
sí misma sabiendo que se le van a anunciar. Hay tantas capas y espejos que
marea. Duele mucho la cabeza cuando se
piensa en cuatro dimensiones, ya digo.
El cuento nunca parido, el que he bosquejado en la entrada anterior,
parte de este juego de humo y espejos, solo que he sustituido la inevitabilidad
que aquí parece que se afirma, por el diálogo entre autores expresado en
términos de cuatro dimensiones. Supongo que era mi expresión por el amor que
siento por esos trasvases entre gente que se admira, y me gustaba la idea de
que a través del libro se establezcan esos puentes tan hermosos que constituyen
cuerpos culturales inmensos y enriquecedores para el resto de los seres
humanos.
Y aquí acaba el viaje.
Post a Comment